16 Hacía tiempo que estaban esperando el Alma

Sylvia Meyer

Voz: Marosa di Giorgio
Música: "El amor como razón del fin del mundo" - Sylvia Meyer



Hacía tiempo que estaban esperando el Alma. Y el Alma nunca venía. Mamá hizo golosinas de colores y las guardó en cajas negras, y en un plato colocaba velas de diversos tamaño y forma. 
¿Y cómo sería el alma? ¿Los pies de oro y plata? ¿Coronas de cristal? ¿Tejida en hilo blanco igual a un tul? ¿Jazmines en vez de huesos?

Para aguardarla pusieron rosales en toda la pradera y gladiolos como un mar.
Había una nave entre la hierba, y las ratas reinaban sobre el mar (rosado y breve de las huertas).

Pero el Alma se negaba a aparecer.

¡Hasta que quedó sentada entre nosotros súbitamente en un atardecer!

Las estrellas caían, a tontas y locas, como arvejas y maíz; la nave campesina llegó junto a la ventana y su velamen ensombreció todo; los gladiolos quisieron salvarse y huían hacia el sur; pero en mitad, ya fríos, murieron y crujieron.

Cada uno de los habitantes de la casa se puso a gritar; pero, no, juntos, (esto fue lo raro), sino por turno.

Yo fui la última en gritar y sin querer toqué una mano del Alma, que tenía muchísimos dedos, muchísimos, como pistilos, como cien.

El Alma me miró y se fue.

15 Corto "Marosa di Giorgio - El ruedo en flor"

"Marosa di Giorgio - El ruedo en flor".
Dirección: Juan Pablo Pedemonte.
Serie: Los pájaros ocultos.

Luego de ver este corto sobre Marosa, uno queda con el agradable aroma de las cosas bien hechas.
El testimonio de sus amigos, de poetas, artistas y su familia, hablándonos sobre Marosa.
Y ver a Marosa recitar/actuar sus poemas en Francia.
Marosa, una mujer irrepetible. O tal vez no... y en este mismo instante, entre un melón y una magnolia, están engendrando otra poeta como Marosa. Tal vez.

14 Me estaba reservado lo que a nadie

Eduardo Darnauchans  y  Sylvia Meyer

Voz: Marosa Di Giorgio
Música: "De Despedida" (letra de Víctor Cunha y música de Eduardo Darnauchans)
por Eduardo Darnauchans y Sylvia Meyer


Me estaba reservado lo que a nadie.
Voy a ver brillar los bichos de noche, azules y rosados, color caramelo clavelina.
Iban despacio, cambiándose señales.
Otros muy grandes de capa negra y lunares blancos o blancas y lunares negros.
Y al chocar en algo firme se deshacían con un rumor de seda y de papeles.
Me daba cansancio y temor.
Y así volvía a la silla única pero en el techo, estaban boca abajo matas que con peligro yo había plantado, tomates y azucenas.
Las conejas de adentro de la casa miraban hacia eso con afección.
Y la divinidad, peluda y brillante, descendía por la pared. Eternamente.



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13 Así que ese era el jardín de mandrágoras...

Liliana Vitale
Voz: Marosa di Giorgio
Música: Viernes 3:am (Charly García) por Liliana Vitale


Así que ese era el jardín de mandrágoras. Estaba allí y no me había dado cuenta.
Ese es el jardín de los ahorcados. Tironeé una mata, y sí, vi la raíz en forma de hombre.
Corrí, loca de terror, al interior de las habitaciones, de donde por cierto, nunca me había movido.
Así que ése era el jardín de los ahorcados.
Por cada ahorcado, una mata. Pero, hurgué en mi memoria y no había señas.
Busqué papel y pluma, mas los parientes demoraban tres años en contestar.
Di un grito y fue inútil. Corrí hasta el fichero, el armario, y sólo había cajas de dulce y quesos de color rosa, o celestes, cada uno con un ratón en el interior.
¿Los periódicos? Nunca trajeron nada verdadero.
Entonces, llamé a las empleadas: —Aline. Todas se llamaban Aline y tenían un par de alas minúsculas cerca del hombro.
Les dije: —Díganme, ¿es verdad que los ahorcaron?
Ellas se cubrieron el rostro, volaban, se deslizaban, sigilosamente, a ras del suelo.

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12 Al mediodía las ásperas magnolias...


Voz: Marosa Di Giorgio
Música: "No existe" por Eduardo Darnauchans y "Bartleby el escribiente" por Sylvia Meyer.


Al mediodía, las ásperas magnolias y las peras, los topacios con patas y con alas; azucenones, claros, rojos, semiabiertos; la casa de siempre, el patio familiar, parecían el paraíso, por el brillo de las ramas, los racimos, las estrellas en las hojas, cuyas figuras de cinco picos se reflejaban por los suelos. Y el bebé con sus plumas. No se sabía si era niño o era niña. 
El bebé entre las cremas. 
Blanco, celeste, color rosa. 
Si era mujer o era hombre. 
El bebé entre sus tules, sus claras y sus yemas, las "coronas de novia".
El deseo estuvo, allí, servido.
Era eso, exactamente.
Tocaron las campanas a rebato. 
Cuando el asesinato, la violación del bebé; la devoración, la consunción. 
Sonaron las campanas a rebato, cuando la visitación al bebé, y todo lo demás.
Las frutas desaparecieron. La casa quedó gris, chiquitita. Como antes, más que antes.
Pasó un minuto.
No sé si pasó un día, pasaron años.
Y Dios perdonó. 
Se sintió el rumor de sus alas bajando por las uvas.
Dios quemó el pecado.
Lo borró.
Lo quemó.
Lo dejó blanco, como nieve, como espuma.

11 Venía otra tormenta



Voz: Marosa Di Giorgio
Música: "Frida" Banda Sonora - Introducción (Elliot Goldenthal)


Venía otra tormenta...

Venía otra tormenta...después de todo
no iba a ser gran cosa, era una nube negra
por el aire y por la tierra
con la boca redonda en el centro
rodeada de grandes dientes
picudos y plateados
se oía a un tremendo rugido y un rumor de campanitas.

La gallina gris parda corríó por la sombra
y quedó inmóvil bajo la luz de plata
y quedó diáfana de organdí
en su falda, en su vientre
se le transparentaron muchos huevos,
celestes, rosados y amarillos,
pero en tonos delicadísimos.

Tal cuando la hortensia da en la misma planta
hortensias rosadas y celestes.
Como pudo la gallina partió de la luz
ya parda y gris, comadreja casi.
Huía terriblemente aterrorizada
de volver a quedar en el punto de luz de la tormenta.

10 Cuando fui de visita al altar...



Voz: Marosa Di Giorgio
Música: “Ode to my family” - The Cranberries / “Tal vez” - Omara Portuondo y María Bethânia


Cuando fui de visita al altar, usé vestido de organdí celeste, más largo que yo, por donde a ratos, sobresalía un pie de oro, tan labrado y repujado desde el seno mismo de mi madre.

Mi pelo también era de organza celeste, más largo que el vestido, pero podía pasar al rosa y aún al pálido topacio.

Desde que llegué, las habitantes se pusieron a rezar y así empezó la novena… la novena empezó así.

Los picaflores colibríes atravesaban las oraciones, entraban a ellas y salían. Su fugaz presencia producía primero desasosiego para dar después otra destreza e intensidad a la sagrada murmuración.

Algunos seres estuvieron de visita afuera y por un segundo. Vino la vaca de cara triste, el conejo, la nieve y una mosca.

Mientras estuve, las habitantes rezaron apasionadamente mirando sin cesar mi velo, mi pelo, que en pocos segundos iba del azul al rosa y aún al rubí pálido, con absoluta naturalidad.

9 Había tres gatos...

Voz: Marosa Di Giorgio
Música: "Worthless" por Dido y "Dulzura distante" (Fernando Cabrera) por Ana Prada


Había tres gatos...

Había tres gatos que no eran silvestres ni caseros.
Vivían en la bodega.
La bodega estaba lejos de la casa.

Yo iba hasta allá cuando las amas andaban cortando ajíes, que son de tul verde con el coágulo rojo dentro.
La amatista… brilla la pata de turquesa de que penden.

De esos gatos se dijo que comían mariposas y algo más absurdo se dijo… que comían moras.
Pero yo nunca lo comprobé.

Estos gatos eran llamados los indios.
Al verme, cada uno trepaba a un árbol y me miraba.
Así yo era observada desde tres lugares diversos.

Un día, uno de los gatos tuvo para mí intenciones sexuales y yo huí a través de los ajíes de encaje y él volaba y caía a mis pies y volvía a volar y a caer a mis pies.

Me siguió en la larga caminata demostrando a cada instante su poder supremo e inútil...

8 Para cazar insectos y aderezarlos...

Voz: Marosa Di Giorgio
Música: Buena vida (frag.) por Eduardo Darnauchans


Para cazar insectos y aderezarlos, mi abuela era especial, les mantenía la vida por mayor deleite y mayor asombro de los clientes o convidados.

A la noche íbamos a las mesitas del jardín con platitos y saleros, en torno estaban los rosales, las rosas únicas, inmóviles y nevadas.

Se oía el rum rum de los insectos debidamente atados y mareados, los clientes llegaban como escondiéndose, algunos pedían luciérnagas, que era lo más caro, ay! aquellas luces, otros mariposas gruesas color crema con una hoja de menta y un minúsculo caracolillo.

… Y recuerdo cuando servimos aquella gran mariposa negra, que parecía de terciopelo, que parecía una mujer.

7 Se adelantaron en el aire como bailarinas...


Voz: Marosa di Giorgio
Música: Las Golondrinas (Eduardo Falú y Jaime Dávalos) por Liliana Herrera
Baguala en comienzo y final: Mariana Baraj


Se adelantaron en el aire como bailarinas. Tenían realmente, el pie en el aire. Vestidos amarillos, anaranjados. Venían como aluviones desde los cielos.

Quedé espantada. En puntas llegué hasta la casa. Pasé las puertas, las llaves, iba a tocar los vasos y tuve miedo de cualquier barullo, me acosté en el lecho, inmóvil.

Pero, la mariposa estaba allí. Sentí sus piernas de hilos, sus brazos de hilos, su enorme manta de gasa que me arropó.

A veces, como una pesadilla, llamo a mi madre, y ella acude con tijeras finas. Pero, nada puede, ni yo.

6- Rossana, Rossana y Rossana...

Rossana Taddei

Voz: Marosa di Giorgio
Música: Frutos por Sylvia Meyer y El Instrumento (W.Benavídez/E.Darnauchans) por Rossana Taddei


Rossana, Rossana y Rossana volvían del baile
en el aire oscuro de la noche de antes del alba.
El pelo suelto, las enaguas de raso hasta el suelo,
cayeron unas agujas largas como espinas de grandes pescados.
El contorno de las peras era brillante, parecían
docenas de dibujos colgantes de las ramas.
Un pájaro gritó como si no estuviese acostumbrado
a la enorme soledad.
Una oveja se levantó y se fue...
Los trabajadores nocturnos seguían ordeñando leche,
aceite, y licor de las perennes vacas
Las tres Rossanas llegaron a la casa...
Soltaron sus rizos, las peinetas con coral en las esquinas,
las enaguas reñían por los novios,
se durmieron con la cándida mano en la almohada.
En el corazón de los aparadores, las tacitas volaban quietas
como vuelan los ángeles y una rata puso un huevo
blanco, almendrado, celeste… que nadie vio.

5 Al asomarme vi las antonias azules.


Voz: Marosa di Giorgio
Música: "Analía" por La Dulce


Al asomarme, vi las antonias azules.
Sobre los pétalos de seda celeste brillaban las pecas violetas parecían arder y girar como si fueran almas o planetas.
A veces daban un pequeño maullido, se oía bramar a los dibujos azules… así que habían nacido la noche anterior de súbito y un poco antes de tiempo.
A su lado, las otras flores no podían subsistir. Ya habían caído los azahares, la marcela, las rosas desenroscadas.
Fui a esconderme, a encerrarme, a acostarme.
Pensé en mamá en un lejano país, que no me había alertado lo suficiente. Tenía un miedo espantoso, como si un muerto anduviera libre y sin embargo… eran tan hermosas. Me atreví a espiarlas a través de una cortinilla.
Les vi las caras redondas y los cálices estrellados.
Después, todas las cosas parecieron cambiar de lugar. Torné a mi comarca, pero las antonias azules prosiguen su terrible proceso en el pasado y en lo que vendrá.

4 A veces los caballos se reúnen allá...



Voz: Marosa di Giorgio
Música: "Claros" por Travesía (1983 - Mariana Ingold, Estela Magnone y Mayra Hugo)


A veces, los caballos se reúnen allá. Las lechuzas con sus sobretodos oscuros, sus lentes muy fuertes, sus campanillas extrañas convocan a los hongos blancos como hueso, como huevos. A veces tenemos hambre y no hay un animalillo que degollar.
Entonces vamos por la escalera hacia el desván a buscar las viejas piñas, los racimos de tablas con sus uvas duras y oscuras, las viejas almendras. Al partirlas salta la vicheja, lisa, suave, anacarada, rosa o azul.
Si es de color oro la arrojamos al aire y ella se pone a girar envuelta en un anillo de fuego como un planeta.
A veces, ni tengo hambre. La luna está fija con sus plumas veteadas. Cantan los caballos...

3 Anoche volvió otra vez La Sombra...


Voz: Marosa di Giorgio
Música: "Calma" de Inés Saavedra



Anoche, volvió, otra vez, La Sombra; aunque ya habían pasado
cien años, bien la reconocimos. Pasó el jardín de violetas,
el dormitorio, la cocina; rodeó las dulceras, los platos blancos
como huesos, las dulceras con olor a rosa.
Tomó al dormitorio, interrumpió el amor, los abrazos; los que
que estaban despiertos, quedaron con los ojos fijos; soñaban,
igual la vieron.
El espejo donde se miró o no se miró, cayó trizado. Parecía
que quería matar a alguno. Pero, salió al jardín. Giraba, cavaba,
en el mismo sitio, como si debajo estuviese enterrado un muerto.
La pobre vaca, que pastaba cerca de la violetas, se enloqueció,
gemía como una mujer o como un lobo. Pero, La Sombra se fue volando,
se fue hacia el sur. Volverá dentro de un siglo.

De "Los papeles salvajes" 1971

2 Las margaritas abarcaron todo el jardín...

(Mis margaritas! Las que un día plantamos juntos y ahora que ya no queda
nadie en Dénia... estarán secas en aquel balcón... o tal vez la lluvia haya hecho el milagro)

Voz: Marosa di Giorgio
Música: Grano de arroz (M.Ubal y E.Darnauchans) por Eduardo Darnauchans


Las margaritas abarcaron todo el jardín, primero fueron como un arroz dorado, luego se abrían de verdad, eran como pájaros deformes, circulares, de muchas alas en torno de una sola cabeza de oro o de plata. Las margaritas doradas y plateadas quemaron todo el jardín. Su penetrante perfume a uva nos inundó, el penetrante perfume a uva, a higo, a miel de las margaritas quemó toda la casa.

Por ellas nos volvíamos audaces, como locos, como ebrios e íbamos a través de la noche, del alba, de la mañana, por el día cometiendo el más hermoso de los pecados, sin cesar.

1 Los hongos nacen en silencio


Voz: Marosa di Giorgio
Música: “Los hongos de Marosa” (Juana Molina)


Los hongos nacen en silencio; algunos nacen en silencio;
otros, con un breve alarido, un leve trueno. Unos son
blancos, otros rosados, ése es gris y parece una paloma,
la estatua a una paloma; otros son dorados o morados.
Cada uno trae -yeso es lo terrible-- la inicial del muerto
de donde procede. Yo no me atrevo a devorarlos; esa carne
levísima es pariente nuestra.
Pero, aparece en la tarde el comprador de hongos y
empieza la siega. Mi madre da permiso. El elige como un
águila. Ese blanco como el azúcar, uno rosado, uno gris.
Mamá no se da cuenta de que vende a su raza.

De "Los papeles salvajes" 1971