Sylvia Meyer |
Voz: Marosa di Giorgio
Música: "El amor como razón del fin del mundo" - Sylvia Meyer
Hacía tiempo que estaban esperando el Alma. Y el Alma nunca venía. Mamá hizo golosinas de colores y las guardó en cajas negras, y en un plato colocaba velas de diversos tamaño y forma.
¿Y cómo sería el alma? ¿Los pies de oro y plata? ¿Coronas de cristal? ¿Tejida en hilo blanco igual a un tul? ¿Jazmines en vez de huesos?
Para aguardarla pusieron rosales en toda la pradera y gladiolos como un mar.
Había una nave entre la hierba, y las ratas reinaban sobre el mar (rosado y breve de las huertas).
Pero el Alma se negaba a aparecer.
¡Hasta que quedó sentada entre nosotros súbitamente en un atardecer!
Las estrellas caían, a tontas y locas, como arvejas y maíz; la nave campesina llegó junto a la ventana y su velamen ensombreció todo; los gladiolos quisieron salvarse y huían hacia el sur; pero en mitad, ya fríos, murieron y crujieron.
Cada uno de los habitantes de la casa se puso a gritar; pero, no, juntos, (esto fue lo raro), sino por turno.
Yo fui la última en gritar y sin querer toqué una mano del Alma, que tenía muchísimos dedos, muchísimos, como pistilos, como cien.
El Alma me miró y se fue.